Häxan impresiona hoy, incluso antes de que empiece el film. Sobre un fondo oscuro, vemos una primera imagen: el rostro de Benjamin Christensen. El cineasta, antes de mostrar, de iniciar su lección de historia, proyecta su mirada hacia nosotros. Un severo primer plano que apela al exterior, a una imagen que no existe, que no puede existir en su película, pero que da una respuesta a todo el film. Nosotros mismos. Nuestra conciencia. Capaz de dormirse, desaparecer, y generar ese monstruoso acontecimiento, la gran Guerra, que se cernió sobre la tierra como un vampiro cósmico para beberse la sangre de millones y millones de personas.
Empieza la lección de historia, y Christensen pasea su lápiz y su varita marcando los motivos más importantes de una serie de ilustraciones que muestran diferentes aspectos de la brujería. El cineasta podría perfectamente no señalar, e insertar un primer plano, pero prefiere respetar la imagen de una cultura que funciona como huella de una creencia, y la manipula lo menos posible. Así, en un gran plano general, entendemos un mundo dominado por la idea del demonio. Según las culturas primitivas, la Tierra era un punto fijo en el universo rodeado de una capa de fuego, que albergaba en su corazón a todos los demonios. El mundo era un espacio cercado por altas montañas, cubierto de un cielo de acero, en el que las estrellas colgaban como lámparas. Y en este contexto, tuvieron lugar las más oscuras historias, las más diabólicas representaciones: imágenes de magia, hechizos, conjuros, misas negras, aquelarres, herejías, danzas satánicas,…todas ellas contempladas de un modo satírico por el propio Christensen, que interpreta al diablo. Para el cineasta, ninguna de estas prácticas, ninguna criatura generada por la superstición, transmite pánico. El verdadero horror reside en otros lugares, concretamente, en los monasterios, los conventos y las iglesias. En Häxan, la religión y el terror son dos conceptos que están muy unidos. La palabra monstruo, del latín monstrum, quiere decir aviso divino. En nombre de Dios, los monjes y miembros de la inquisición son los verdaderos monstruos de la película, que avisan, iluminan y siembran con sus hogueras el terror y la muerte.
Sea como oposición a la iglesia, culto al diablo, o como simple enemiga del cristianismo, la brujería no deja de ser la más antigua e ingenua de las medicinas. Sus imágenes aparecen en el film de Christensen en planos exteriores de tonos grisáceos o azulados, mientras que los interiores cerrados de los monasterios, donde la inquisición tortura, aplicando su celo maníaco-religioso, se presentan teñidas de rojo, bajo una textura diabólica. El infierno está aquí, entre nosotros.
La dirección de Christensen no busca el horror fácil, sino que más bien aplica un minimalismo expresivo, que apunta, pero no resuelve las secuencias más dolorosas del film. En una de las escenas de tortura, la de la confesión de María la tejedora, Christensen sólo muestra el rostro dolorido de María combinado con la mirada sanguinaria de los verdugos, una sinfonía de rostros que anticipa claramente La passion de Jeanne D’Arc (1928) de Dreyer. Tampoco se juzga directamente la superstición, sino más bien la barbarie resultante de ella. De hecho, el film, estructurado gratuitamente en siete actos, revela detrás de esa cifra perfecta, a un cineasta supersticioso.
Insólitamente, la película conoció dos resurrecciones: una en 1941 y otra en 1968. Con motivo del reestreno de la película en Dinamarca, Christensen filmó un prologo de 8 minutos en el que explicaba las virtudes expresivas del cine mudo y hacía una clasificación de las brujas. La segunda , fue una maniobra bizarra del oscuro director Antony Balch , que rebautizó el film con un título afortunado, Witchcraft through the ages (La brujería a través de los tiempos), y la lanzó como si se tratará de una midnight movie, proyectando íntegramente en blanco y negro una copia en bastante mal estado, a la que añadió una locución de su amigo el escritor William S. Borroughs, que empezaba recitando una suerte de exorcismo: Curse go back, Curse go back! (¡Maldición, retrocede!).