Oct 162012
 

Más allá de su estética ochentera, este film, el más famoso de Jean-Jacques Beineix, pervive. Mantiene su temperatura de 37º 2. Como dijo el cineasta británico Anthony Minghella: “Betty Blue trata sobre una mujer que está vestida y un hombre que está desnudo.”

Betty Blue, es la fantasía sexual que cualquiera de nosotros soñaría. Se mueve con locura hacia delante, como una road movie emocional. La chica de la película quema todos los barcos, corta violentamente las ataduras de una vida esclava que su protagonista no merece. Ella es el cine. Es el movimiento. La libertad. La pasión. Le susurra, “movámonos sin descanso, amémonos sin descanso”. Con ella, su alma arde. Y las palabras vuelven a fluir. No hay gesto más emocionante que el de ese hombre que vuelve a colocarse delante de su vieja máquina de escribir, tanto tiempo abandonada. La pantalla se llena, entonces, de azul. Del mismo color de una canción lánguida. Finalmente, Betty Blue es un film triste, es la película de los gestos abandonados, de las miradas perdidas, de los cuerpos devastados prematuramente. Aunque en medio de todo ello, sobrevive, sigue manando una energía.

Acaba a las 3 horas, pero sabemos que en realidad sigue, que ese hombre nunca podrá olvidar a esa mujer, que ha resurgido gracias ella, gracias a su calor y apoyo, como si se tratase de un segundo vientre que te permite renacer, que te devuelve a la vida con otros ojos.

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