Sep 112012
 

Los hermanos Coen se olvidan de fórmulas conocidas, de virtuosismos vacíos y consiguen volver a fascinarnos con una película insólita y nueva

Antes que entender porqué esta película de los hermanos Coen se inicia con una historia fantástica de otro tiempo, interpretada por personajes que no volverán a salir, habría que fijarse en las dos imágenes que une: esa puerta que se cierra ante nuestra mirada y ese túnel oscuro que resulta ser el canal de un oído. Algo que parece clausurado en las primeras secuencias, prosigue muy animado siguiendo las vibraciones de un tema de Jefferson Airplane. Un túnel del tiempo se cierne, pero no sólo para conducirnos a un momento concreto, 1967, sino, sobre todo, para trasladar esa lógica propia de los cuentos: donde los fantasmas existen, la verdad deriva en mentira y las cosas suceden porque tienen que suceder. Sin una respuesta clara, sin un solo sentido, ni una sola imagen que no se rompa. Este triple salto mortal que proponen los Coen ha consistido precisamente en jugar en todo momento con secuencias sin resolver, en olvidarse de fórmulas, dejarse de virtuosismos y apostar, más que nunca, por una película insólita y nueva. Sólo de ese modo, consiguen que el protagonista, un hombre serio, alguien que vive sumido en sus creencias religiosas, en un frío raciocinio, tenga algo de interés. Lo encontramos colocado en un contexto anómalo, sí, esquizoide, también, pero todo respira dentro de una estructura narrativa muy sólida que, si bien empieza en un sumidero de ondas sonoras, ese tabique auditivo, acabará derivando en un potente tornado.

Sep 082012
 

Comedia blanca, excesivamente inofensiva, que ofrece una visión amable de la inmigración

No se trata de un acertijo, sino de una evidencia. Cualquiera que recuerde dos o tres películas de Fernando Colomo, sabe lo difícil que resulta para un personaje suicidarse en una de sus películas. Siempre sale mal y el médico presenta el mejor diagnóstico. Y es que, tras 30 años de profesión y 17 películas a cuestas, Fernando Colomo se ha reafirmado como un cineasta empeñado en captar el lado amable de la vida. Su filmografía ignora términos tan desagradables como racismo, miseria, violencia,…Palabras que caben perfectamente en su última película, El próximo Oriente, de interesante argumento, aunque edulcorado por los cuatro costados. En este caso, podemos entender que su tema principal, ese choque de culturas dentro del barrio madrileño de Lavapiés, tenga una contrapartida cómica y un desenlace positivo, propio de un cuento oriental. Pero todo resulta forzado, tanto en sus secuencias cómicas como en sus resoluciones felices. Y es que el gran problema que tiene el filme quizá sea haber colocado la mejor secuencia al principio de su metraje, siendo además argumentalmente desestimada. Y, extrañados, después de presenciar la divertidísima y desastrosa cita amorosa, nos preguntamos: ¿en qué momento sus guionistas transformaron ese personaje principal, nervioso y algo patético, que busca infructuosamente el amor, en ese otro personaje, demasiado bonachón, que ha sacrificado la idea de la conquista por la de ser padre de un hijo?

Sep 052012
 

Del documental siempre decimos lo mismo: que su guión es la vida, sus personajes de carne y hueso y sus secuencias apuntes del natural. Sólo unos pocos se atreven a abordarlo como lo que verdaderamente es: una construcción de la realidad que propone un trayecto continuo de lo real a lo imaginario, de lo verdadero a lo falso. La leyenda del tiempo, partía de un primer enunciado: la muerte de Camarón de la Isla. Isaki Lacuesta, conocedor de la perversión de la cámara, tan dispuesta a acudir al lugar de la tragedia, realiza algo muy distinto: nos aproxima a la vida y sus sentimientos hasta sublimarlos. En ella, sus protagonistas comparten el humo de un cigarrillo o bailan sin música. En ella, también, asistimos al lenguaje impredecible de las nubes.