Ago 282012
 

El cineasta turco Nuri Bilge Ceylan ha construido un poema basándose en un movimiento contradictorio del paisaje y los personajes

Cabría imaginar un cine en el que el movimiento de sus personajes fuera ajeno al espacio y el tiempo atmosférico. En el que no fuera predecible, a tenor de la temperatura ambiente, conocer el estado de espíritu de sus protagonistas. Donde no fueran válidas conexiones fáciles ni pronósticos cómodos del tipo “diluvia, luego llueve sobre el corazón de sus héroes”, sino que reprodujera sencillamente el caprichoso ritmo de sus deseos o la paradójica e informe corriente de sus sentimientos, sin tender un puente directo con las imágenes. Un lugar paradisíaco, en tiempo soleado, sería quizá entonces un lugar idóneo para la ruptura de una pareja mientras que un paisaje inhóspito, con un clima gélido, infernal, se volvería apropiado para un reencuentro. Sería un cine construido sobre estas paradojas, donde el personaje parece reír a principio de plano, mientras poco a poco van brotando unas lágrimas, en el que el prospecto playero de una agencia de viajes giraría sobre la imagen de un avión que planea sobre una nevada, y una violación se transformaría en un acto de amor. Así, el espectador que empieza adivinando, complacido quizá al reconocer la primera metáfora perfecta que relaciona unas ruinas históricas con el decrépito estado de una relación sentimental, se dará cuenta más tarde que no tiene más remedio que perderse y mecerse en base a unos sentimientos que reconoce, pero que no son suyos. Algunos directores sueñan con esta película, mientras que otros, sólo unos pocos, como el caso de este film del cineasta turco Nuri Bilge Ceylan, no sólo lo consiguen, sino que obtienen un poema emocional.

 Deja un comentario

(required)

(required)